Hola, me presento, mi nombre es Celeste y esta es una parte importante de mi historia que quiero contar: Hace un tiempo atrás, para ser más precisa cuando tenía trece años, comencé a meterme en el mundo de las dietas, claramente porque no estaba conforme con mi cuerpo. Me veía gorda y había partes que no quería que nadie las viera, ni siquiera yo.
Me fui obsesionando cada vez más con todo esto y mi vida se convirtió en una rutina, donde solo había lugar para pensar en lo qué iba comer o no y el ejercicio excesivo. A esto hay que agregarle que me pesaba unas tres veces por día y me autocastigaba con pensamientos negativos que destruían mi autoestima hasta el punto de querer desaparecer de este mundo. Esto se iba poniendo peor y las dietas ya no me alcanzaban para bajar de peso, así que tomé una muy mala decisión: empezar a vomitar. Vi esto como un camino fácil y eficaz, además me sentía liberada al hacerlo porque ya no me daba tanta culpa comer, pero no tuve en cuenta las consecuencias que esto acarrearía como la caída de pelo, la acidez estomacal crónica, el deterioro de mis dientes, la interrupción de la menstruación y así podría seguir enumerando los efectos adversos que tuvieron los vómitos en mí. Estaba muy cansada durante el día y por la noche no podía dormir; no quería ni siquiera sentarme a comer con mi familia porque siempre era una pelea para que comiera, tampoco soportaba estar con mis amigos y amigas que se impresionaban por mi aspecto físico porque parecía un cadáver. Sentía soledad y un profundo vacío por dentro.
Como si todo esto fuera poco, pasó lo siguiente: cuando mi familia descubrió que vomitaba en el baño, decidí hacerlo en mi habitación. Lo hacía en bolsas y las escondía en un mueble, cuando nadie me veía, salía a tirarlas en algún terreno baldío cercano a mi casa. Sí, llegué a esta instancia con tan solo catorce años, que era la edad que tenía en ese entonces.
Un buen día me descubrieron, gracias a mi hermana que compartía el cuarto conmigo en ese momento, así que decidieron averiguar y llevarme a El Arte de Volver. Ingresé a este lugar un 19 de agosto del 2008 y estaba enojada, muy enojada con todos a mi alrededor. No les voy a mentir, al principio no fue nada fácil, no aceptaba límites, no quería hablar con nadie y lo único que salía de mi boca eran mentiras. De a poco me fui dando cuenta de que detrás de ese enojo, solo había mucha angustia acumulada y una autoestima por sanar. Gracias al esfuerzo de mi familia, al trabajo del equipo terapéutico y a mis compañeros de grupo autoayuda y también mi perseverancia me recuperé y logré muchas cosas que las consideraba imposibles, como por ejemplo poder mirarme al espejo y no odiar todo mi ser.
Me dejé ayudar y esa adolescente autodestructiva ya no está. Hoy en día tengo veinticuatro años, soy profesora de Lengua y Literatura, y puedo sentirme orgullosa de cada meta cumplida. Me creo capaz de afrontar cada adversidad o frustración que se me presenta y me rodeo de personas en las que puedo confiar. Hasta ahora no tuve ninguna recaída y pienso seguir sosteniéndolo. Quiero transmitir a las personas que están pasando por lo mismo y a sus familias que la recuperación y el bienestar son posibles, pero es importante reconocer el problema y saber que no se llega de forma individual, solamente lo pueden comprender personas que han pasado por la misma situación y un grupo de especialistas que sepa guiar el proceso. Cuesta, pero hoy puedo decir que vale la pena estar viva. |